Thursday, January 15, 2009

Relato matutino

No hacía mucho me habría despertado; me daba cuenta por los escalofríos friolentos de esas horas después de despertar y el intento de resfrío que replicaba mi nariz.
Me escondía las manos bajo los brazos como refugiándolas del invierno pero ya estaban calientes, así que no tenía sentido.
Hacía poco había empezado a notar esos reflejos que uno tiene cuando comienza a tener más años vividos, es decir, haber vivido una rutina durante algunos años y ahora notar esos dejos de actitudes que alguna vez tuvimos en las mañanas, como ese sueño desbocado de despertar a las 6am y dormir 5 horas todos los días.
Con esos recuerdos me vuelven otros (cosa que me hace acordar el viento en la cara, no por caminar sino por el viento que hay) sobre todo el último año: Hacía mucho no disfrutaba tanto; me habría hundido en alguna ciénaga llena de barro y aburrimiento que reiteraba tanto en las mismas ideas y me solía encantar chocarme con esa pared que era eso y no iba a dejar de pertenecer al rubro del CONCRETO citadino y ahí iba yo con mi frente tan alta y orgullosa a estamparmela y hacerla sangrar y claro, naturalmente llorar y llorar como una niña empecinada en que su caramelo sea chupetín y CÓMO PODÍA SER que fuera de otra manera.
Ahí iba yo balanceandome torpemente y es tan palpable ese viento en la cara de caminar a la escuela, siempre pensando en vos, tu voz dulce que me seducía hasta retorcerme y querer correr a amarte despiadadamente de todas las maneras y saber que aunque fuera pronto, vos me ibas a amar y me lo habías demostrado con tu cuerpo y tus festos; deslizandome los breteles despacito, inseguro al principio pero con tanta decisión luego que asumí que hacía rato los dos queríamos y habíamos guardado el fuego tantas veces traduciendolo en pequeños gestos y que luego, aquella mañana, explotó cuales fuegos artificiales en cascada dorada, como esos de fin de año que se ven desde San Juan, por lo menos.
Y todo eso desde Rivadavia hasta Díaz Velez; era tan nueva la vida, como ahora, empezando nuevos andares y con las ganas tan a flor de piel que el olor a flor se me repartía por los capullos que me florecían en los poros, y que los tenía que andar arrancando para que no se descubrieran mis propiedades vegetales de fundirme con la tierra (y luego a vos no te lo tuve que ocultar más porque me dí cuenta que tu sangre era savia y yo ni era tan rara ni estaba tan sola en mi rareza como había creído una y otra vez).
Balanceandome subía las escaleras como quien va a llegar arriba y encontrar la felicidad o una pava mágica de las que salen genios que cumplen deseos, pero no, sólo eran las ganas de seguir sintiendome tan viva y tan aventurera como nunca habría creído! Sí, a mi me gustaban las montañas, el camping, el frío helado de la mañana y las sienes y así como quién no quiere aceptar la subyugación auto impuesta, me fuí desprendiendo de teorías y desprendiendote los botones de la camisa: Yo sabía que algún mapa escondido encontraría en tu piel, que yo quería tanto olfatear como si el instinto animal de saberte bueno me superara la racionalidad y cualquier tipo de intento de hacerme la normal y centrada.
¿Quién no se da cuenta?



Sofía.
14/01/09