No sabes lo lindo que está acá para tomar mate con vos.
Es de mañana, el silencio profundo, frío y las gotitas cayendo en
el charco del patio de atrás.
Nos imagino de invierno cebando todos emponchados por el frío, te
gustaría mucho San Juan a vos, yo lo sé, más que nada por los veranos lluviosos
ideales para el mate y tocar la guitarra y los inviernos fríos de querer
hacerse uno con la estufa y después olor a chamuscado.
El otro día pensaba en esas recetas de bisabuelas de tés
asquerosos y otros yuyos para el dolor de panza; sino hubiera alguno para curar
el desmembramiento a aquellos que habían perdido su otra parte... Quizás para
eso se necesita un brebaje mayor que un té, tendría que averiguar.
Por mi parte creo que tengo un empacho madre, seguro que alguna viejita
me lo podría curar a mí, porque tengo una piedra trabada a la altura de la boca
del estómago enredada con tantas emociones que no pueden ser dichas ni
expresadas ni salir cual vómito con la comida pero quévacer.
Sabés que me encontré con mi niñez... O más bien la vi ahí
caminando y haciendo sus cosas, revolviendo como caja de juguetes las emociones
y encontrando alguna con la cual jugar. Y ahí aparecía mi mamá y una sensación
de ser abarcada por un tapado y un perfume que se iban lejos y volvían cada
tanto y lágrimas.
No sé por qué acá adentro todo es perfecto y me encanta ver cada
mantelcito doblado pulcramente y las manos de mi abuela en cada cajón.
Por otro lado te extraño y anoche soñé con que la vida era un
instructorado medio milico y swamiji me abrazaba y acunaba sonriéndome y yo
sentía que nada podría ir mal, aunque caían bombas a nuestro alrededor.
En serio caían bombas.