Saturday, April 16, 2016

Latido

En silencio, te miro.
(Un universo nace en mi corazón en cada latido).

Inspiro. Te observo mirarme.
Me veo observándote.
Te siento dentro,
me siento parte de vos,
a través de tu piel.

La refulgencia de las palabras que me decís brota de tus labios.

Jugar a tener el control, a soltarlo, a la entrega, a la inocencia, a que se puede,
a desintegrarse en el instante donde la exhalación no está,
donde el espacio se hace anhelo, la mesura es fugaz,
propensos a ser sentidos cual semi-fusas en adaggio,
toda esa complejidad de texturas del principio del mundo...
expandidos como un universo en la conciencia del ser.

El amor como vehículo.
El cuerpo como vehículo.
El instante, cómo pasan los segundos en la brisa...

Podría no-ser tanto tiempo en vos.

Tus manos enormes que me toman... tu energía que me hace el amor
y me revuelca por toda la sierra sin moverte ni un centímetro.
Tus formas... ¿qué es el amor? Me siento fundida en tus pupilas cósmicas.



Nada... no hay fin. Solo soy, danzante 
alrededor de tu entereza, de tu presencia.

(Entre los pocos espacios entre tu piel y la mía, 

sólo hay realización).




Sofía


Mesura

Cuando la noche oscura evoca la presencia femenina, la mesura se vaporiza y danza entre los átomos irresolutos de la existencia. El rocío de Los Ojos está presente, supura, duele, sana. La procesión natural se filtra en los poros de la mujer que soy, e irremediablemente existe.

El plexo se contrae y se expande en una sinfonía de luciérnagas y resoplidos de rumiantes, mientras a horcajadas la tristeza se estrella con el afuera de mi cuerpo. 

Afuera está el fresco de la noche, la soledad de parirme a mi misma, la compañía de aprender a abrazarme. Insoportable y difícil es conocerme cuando aprendí a negar mi carne humana. Abrazar a la niña que quedó dentro, emocionalmente inacabada, aislada. Maternarme, darme todo lo que necesito.

La madurez es un fantasma que no me da miedo pero no conozco, no sé identificar, nunca lo vi de frente. 

La noche se despeja y yo le hablo a Dios, esté adentro o afuera, y le pido que me de tregua, que me de un reparo, que el cuerpo ya no me aguanta, que me duelen hasta los dientes. Es la verdad... la única verdad. 

Cuando empieza a salir de raíz, el dolor retuerce las células y el suelo donde está duele terriblemente. Pero es necesario cultivar espacios sanos... quitar la maleza y sembrar dentro nuestro lo que querramos que crezca sanamente.

Sofía


Medicina

Llorar un llanto de mil abandonos
De cientos de muertes
De inconmensurables persecuciones
De infinitas tristezas.

Llorar un llanto de mil millones de mujeres que habitaron el mundo
Llorar el llanto de esta sola, la única que ahora soy,
De esa niña que fui.

Abrazar esas miles, cientos, millones de heridas,
abrazarlas hasta hacer una masa con todas ellas 
y hornear adentro mío mi propio ser auténtico, 
con todo mi amor.

Dejar que el amor fluya, que el amor sane; 
hacer con cada gota de fluido que sale de mi cuerpo
 mi propia medicina, mi propia sanación.

Ser yo mi gran amor, mi gran maestra, 
mi gran amiga, mi gran compañera. 
Estar colmada de mi misma, 
no soy otra cosa que una hija 
de esta tierra nutricia y abundante, 
que me embebe de su maternidad 
a cada instante. 
Hija de este universo y cielo 
que me impregna de su presencia y totalidad.


Permitirme darme todo lo que necesito.
Permitirme tomar todo eso que me doy 
y sanar mi cuerpo, mi mente, mi corazón 
y mi alma.

Ser mi propia medicina, ser mi gran amor.

Sofía


Sanar con la luna


Ay Luna Roja
Llegaste hoy nuevamente a mis días, 
haciéndote camino por los surcos de mi cuerpo,
con el semblante de la vida y de la muerte en tu color.

Réplica del poniente, de la sanación... 
la muerte entendida como ciclo, 
como vida, como ida y vuelta, 
como viaje y reciclaje...
Poder tomarte y aprenderte,
dejar que permee tu sabiduría en mis vados, 
entre mis caderas... dejar que tus gotas caigan, 
como la pulpa de la zarzamora, entre mis piernas, 
y llegue a la tierra mi dolor, 
para ser abono y nutrición.

Ay lunita roja, cuanto abrazo, 
cuánto entendimiento, cuánto color... 
sana, sana... mi corazón...

Sofia

Se abren Los Ojos

El amor y el dolor, piedras angulares del mismo cimiento, forjados en el viento de la propia historia.
Nada, vacío. El mismo que se estructura y toma forma en las células, en las alienígenas palabras que balbuceamos y que socavan cierta inteligencia, mejor escondida.


Los lenguajes que tienen el espíritu dentro no son hablados. Retumban en las quebradas y en las calles de pasto, en las venas de los zorros, en las plumas de los pájaros y en los vuelos bajos en los que hacen el amor con la tierra.

El Pájaro... la Tierra... allí desintegro cada sinapsis, regalándolas al Gran Espíritu, invocando profundo el despertar de los Humanos. Ofrendo estas manos para destruír y construír.

La búsqueda incesante de lo que ya somos. La dicotomía de soltar y que suceda. La resistencia del cuerpo individualizado. La separatidad con la Madre Tierra. Parimos en el cemento... ¿Cómo traer luego entendimiento?
Sesgados y cercenados, invocamos lo profundo, que siempre es, que nunca dejará de estar, porque no hay nada fuera de ello.

A veces no entiendo.
Cierro mis ojos...
Se abren Los Ojos.